Loa a Cuba: poema de Gabriel Freyre.
A Cuba.
Entonces, La Habana
exhibía de cara al sol caribeño la esplendidez de las
formas, ya soberbias fachadas de mármol, ya palacios
con toda la majestad de su belleza barroca; sin más ni
más, al estrépito de fiestas y con el vino del placer
en la boca.
Mientras en tus vastas
selvas reinaba fuerte el guajiro como un león, cuyas
fauces si acaso se fruncían, era para reír, reír
gozoso de pasión; sin exceptuar a su compañera, la no
menos dichosa cubana; además, dueña de una gracia
soberana, casta flor de lis; todo azúcar, todo amor.
Si hasta la briza
marina parecía arrastrar por la isla el murmullo de su
folclórica algaraza, asimismo el concierto de ritmos
negros y de cadencias encantadoras que estremecían el
alma. Pero repentinamente se agitó la conciencia del
hombre, y se declararon todos en rebeldía
precipitándose tras el ideal. Ocurrió lo peor,
sobrevino presto el terrible desencanto.
Pareciera incluso como si
a partir de allí hubiera penetrado en el pecho del
cubano el diablillo del rencor y la vanidad;
vislumbramos tu porvenir como una aurora, pero fue
todo aquello más bien un ocaso.
En vano se blandieron
las armas y llegaron teñirse tus campos tupidos de
grana. Como es vano el odio y el rencor, solo le
dieron tortura al isleño, y así fue como
quedaron quemados sus días floridos ante tus propias
campanas de ensueño.
¡Qué triste fue el
destino de Cuba!
Falsas promesas
terminaron subyugado al guajiro, libre, el cual
acabó siendo esclavo, temiendo por sus propia
vida, mendigando dignidad y comida, como un pobre
perro que teme y obedece a su amo.
Ahora, niña mía...Por
recobrar estarán los laureles y el prestigio, pero
antes, efectivamente, habrá que rendirle homenaje a
los mártires y patriotas caídos. Aunque, el desaire
universal a tu desdicha y el escepticismo generalizado
también son imperdonables e infinitos ¡Frívolos y
descorteces; tibios, quienes aún hoy desdeñan el grito
insular que irradia de tu garganta contenida por la
déspota! Clamor que se extendió por décadas en la
floresta caribeña, para cubrir el estero e invadir así
todo el ancho del océano sin encontrar amparo ni
cabida en sitio alguno de la tierra. Has caído
profundo, isla grande de Cuba: madre de todas las
islas del Caribe, dejando en los justos un sabor
amargo de ilusión inconclusa, pues tu dolor es dolor
de todos y tu fracaso, fracaso del mundo. Ahora, isla
indómita, perla oceánica ¡Del clarín escuchad el
sonido! La nueva aurora te augura. En el horizonte
oceánico aún te encuentras: argentada y con tu
inagotable hermosura. Ejemplo fuiste y eres para el
mundo; vientre primero en donde cayó la semilla
española. Guajira inocente, simple y salva. Si caíste
fue porque te engañaron, tú no tuviste la culpa.
