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En virtud de la innata amabilidad de sus naturales y especialmente refugiada bajo el halo de los principios de una revolución popular, Cuba debería estar destinada sin mayores problemas a respirar el más puro aire de libertad. Sin embargo hoy aparece como una de las mayores paradojas contemporáneas, pues controlada por un régimen que en nombre del pueblo asume papel de “justiciero”, proclamando el principio de “Libertad” a los cuatro vientos, acaba de varias formas impidiendo el libre ejercicio de los derechos básicos de sus propios ciudadanos, quienes viven soportando el dominio autoritario más cruel y prolongado que haya padecido cualquier otra sociedad del hemisferio. Allí, idéntico a régimen del medioevo, se precipita por generaciones la decisión absoluta de su líder supremo, quien controla de manera efectiva hasta las células más elementales de la sociedad cual si fuera su imperio, logrando modificar a su antojo las condiciones de la vida civil, creyendo que tiene potestad absoluta para moldear tanto el sentir ideológico como el ánimo y el gusto de su pueblo. El aparato de este sistema autoproclamado “Revolucionario” ha codificado unas prácticas por medio del cual se mantiene legalmente entronizado en el poder durante más de medio siglo, yendo en contra de todo fundamento cívico que deje valer la condición sociable del hombre, para quien en definitiva debiera organizarse todo aquel Estado que se presuma legítimo y auténtico. Por lo tanto, se atribuye al capricho del apoderado de dicha ínsula la absoluta responsabilidad de las condiciones de vida civil, política y económica, extremando siempre el predominio de su interés por el del común del pueblo. Le miente al mundo, se miente a sí mismo, quien se atreva a encajar entre el Socialismo a este modelo estrafalario Made in Cuba, el cual a modo de penitenciaría caudillista se mantiene tan fuera de la ortodoxia socialista que con toda certeza podría afirmarse que atenta sin miramientos contra la misma . Si el socialismo es ciencia derivada del amor hacia a la gente y fundamentalmente, en algunas de sus ramas procura la realización de los fines humanos, pues no cabe duda: lo que acontece en Cuba es exactamente lo opuesto, y la verdad es que la cúspide cubana nunca le ha concedido prioridad al bienestar terrenal de los mortales, aunque intente convencer a todo el mundo de ello. Mejor dicho: lo de Cuba es trágico. Es prácticamente un crimen. Lo demuestra la historia y su dictadura eterna. Y al hablar de abuso de poder o autoridad suprema, es forzoso concederle a Fidel Castro toda la responsabilidad, por su deliberada autoría en los tantos vacíos existentes dentro la actual sociedad cubana, los cuales obviamente siempre estuvo dispuesto a llenar él personalmente, con el brazo “bienhechor” de su unipartidista, centralizado y omnipresente gobierno. Relegando al individuo a su parca dependencia, sin una pizca de autoridad, ni dignidad siquiera dentro de su propia vivienda; con la miseria siempre rondándole los tobillos y esta frase del Estado retumbándole en la conciencia: “No reconozco ni valoro nada de ti, tú eres solamente un prisionero”. Allí la tiranía revolucionaria, contra la protesta del pueblo emplea disciplina de hierro, propagando terror y opresión política, fusilando o encerrando a todo aquel que interfiera en sus planes, llenando las prisiones con gente que nunca debería haber estado dentro. Y aún cuando la mayoría protestó, el Estado de Cuba (basándose en la doctrina de Lenin) manipuló con artificio y astucia a la gran masa de población, contra su voluntad y por medio de cómplices, esbirros y secuaces a sueldo. Recordemos también que Fidel, en su carrera primera por la concentración absoluta de poder salió desde un comienzo a derogar todo orden existente que le representara una limitación o un freno. Para ello confrontó desde el triunfo de la revolución especialmente a los poderes políticos, civiles y religiosos. Paralelamente y alegando que sin diferencia de clases no habría división, estableció un resentimiento general que no había existido nunca en Cuba y a su vez, odio por el capital criollo y extranjero. Luego, pregonando subjetivamente que todos los bienes son por naturaleza comunes a los hombres, dejó sin vigencia el derecho a la propiedad individual. Y más tarde, concluyendo que las personas no producen ningún fruto si no se las desasocia de su familia, dejó a ésta sin base, arremetiendo contra la libertad de reunión, de expresión e independencia económica. Entonces, con semejante comunidad de todas las cosas, al confundirse pues, la familia con la ciudad; lo propio y lo común; lo público con lo particular, terminó por desvanecerse la república, primer anhelo de los tan manoseados próceres: Martí, Gómez y Maceo.

 

Ese ha sido realmente tu legado Fidel Castro y siempre nos encargaremos de recordarlo.


 

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